El bueno de don Henri Chocolat acaba de llegar de Lille con un diploma bajo el brazo. Nada menos que uno que lo acredita como campeón mundial de imitación de jilgueros. ¡Ahí es nada!
Parece ser que la final estuvo muy reñida. Había un coronel checo que silbaba como los mismísimos ángeles (todo esto en palabras del propio Henri) y una cajera del Eroski de Manacor que cada vez que abría la boca se le llenaba de pajarillos (al final esto le pasó factura y le impidió ganar).
Estos dos finalistas ya habían oído hablar de las hazañas del bueno de Henri, así que no lo perdían de vista.
¿Qué hacer ante semejante vigilancia? Pues como nuestro amigo es un hombre de una genialidad espontánea y azul celeste, lo que hizo fue despistarlos mediante un disfraz.
Pero no era un disfraz cualquiera, no, era un fenomenal disfraz doble (ahí lo tenéis en la foto). El señor Chocolat pensó para sus adentros: "Si me disfrazo de jilguero, seguramente me conocerán, pero ¿qué pasaría si me disfrazo de mujer disfrazada de jilguero?"
Pues ahí estuvo el quid de la cuestión.
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